Se cree que son del Siglo II y I antes de Cristo, construidos en la Edad del Hierro. Son cuatro esculturas de granito que se las llama toros o verracos (cerdos).
En la actualidad ninguno tiene cuernos pero se aprecian unas pequeñas hendiduras en la cabeza que hace que se crea que en otra época tuvieron cuernos.
Se encuentran en un cercado. Los toros están mirando hacia el oeste, en dirección al cerro de Guisando, por eso se les dio ese nombre.
La importancia de la ganadería para la subsistencia del pueblo vetón hace suponer que estas estatuas eran protectoras del ganado, aunque ésta es solamente una de las muchas teorías planteadas en torno a la función de estas esculturas.
El paraje da nombre al Tratado de los Toros de Guisando que allí se firmó en el siglo XV por el que se proclamaba a la futura reina Isabel la Católica como heredera al trono.
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