Es un pueblo tranquilo que pertenece al distrito de Oporto, no tiene muchas cosas que destacar pero para dar una vuelta si te pilla de paso está bien.
Dejamos el coche al otro lado del casco antiguo ya que vimos estaba todo lleno, el sábado allí es día de mercado.
Lo primero que vimos es el Puente de San Gonzalo de origen medieval que se encuentra restaurado, las vistas desde el río Tâmega hacia el puente y el monasterio son muy bonitas, además si hace calor puedes se está muy a gusto debajo de la sombra de los árboles.
Cruzamos el puente para ir a visitar la Iglesia y el convento de San Gonzalo que fueron fundadas en 1540 por San Gonzalo de Amarante, un sacerdote católico que muro en esta ciudad y fue echo Santo. En el altar de la capilla mayor se encuentra la tumba de este santo.
La entrada es gratuita y se puede visitar el claustro.
Casi pegada a San Gonzalo se encuentra una iglesia con una capilla pequeña a la cual acceder por unas escaleras, es la iglesia de Santo Domingo que data del siglo XVIII de estilo barroco.
Al lado de San Gonzalo se encuentra la cámara municipal y un poco más adelante esta una explanada con sotechado donde ponen el mercado y el mercadillo.
Al lado del jardín de la Alameda vimos a una señora que estaba vendiendo dulces y nos llamó la atención uno de ellos que tenía forma fálica, nos informamos un poco de la historia de este dulce conocido como “quilhõezinhos de S.Gonçalo” y compramos uno por 2.50 euros. Es como una rosquilla de palo pero muy dura, vamos que no lo volveríamos a comprar.
No se sabe exactamente cuando apareció el dulce pero se empezó a comercializar en honor a San Gonzalo el 10 de enero ya que es conocido como el santo casamentero y su culto es asociado con la fertilidad en las fiestas las solteras abrazan al santo y le piden marido, en estas fechas se venden estos dulces que comen las solteras, actualmente también se comercializa en las fiestas de junio.
Una vez visto el pueblo y con nuestro dulce fálico nos pusimos en ruta a nuestro siguiente destino.
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